POR UNA ESCALADA DE LA PAZ

La especie humana ha conseguido un éxito colosal cuando se trata de lo objetivo, aquello que puede ser experimentado, visto o comprobado por todas las personas. Einstein se atrevió a corregir al mismísimo Newton el concepto de gravedad, gracias a que calculó exactamente lo que se desviaría la luz en un eclipse solar; si no se hubiera podido medir, difícilmente le hubieran creído.

No es de extrañar que la evolución de la ciencia y la tecnología haya sido vertiginosa en las últimas décadas, no hay más que ver los avances de la física cuántica o la inteligencia artificial; sin embargo la capacidad de reflexión, que va por otra vía, se ha ralentizado asombrosamente en el tiempo.

Para muestra, un botón. Apareció una pandemia, y la respuesta del ser humano supuso la mayor unión en su historia frente a un enemigo común, externo y objetivo: un virus. Cuando sin tregua irrumpieron las guerras, el resultado no pudo ser más distinto. La motivación fundamental dejó de pronto de ser la vida de la gente; apareció la división, la falta de ideas colectivas por la paz y prevalecieron unas fuerzas e intereses más poderosos. Y es que esta vez hay una sutil diferencia: el enemigo ya no es externo, está en el interior del ser humano.

Así, las guerras se generan por lo que piensan, sienten, creen o deciden personas en su interior, algo que llamamos despectivamente “subjetivo”, pero que determina nuestro destino. ¿Qué características tiene el mundo subjetivo que lo hace tan difícil? Debe ser muy complejo consensuarlo, porque la realidad que la investigación en física cuántica avanza más rápido.

Como en lo objetivo alcanzamos tanto éxito ¿podríamos analizar desde este método al ser humano a ver si podemos avanzar en la paz?. Vamos a intentarlo.