Era mi primer día en la mejor unidad que trabajé en mi vida: Unidad de Crisis de Barcelona (Unitat de Crisi), que coordinaba el extraordinario psiquiatra Joan Vegué, del que aprendí una barbaridad, y otro día hablaré.
El lema de la unidad era no solo conocer el diagnóstico sino saber “qué le pasa a cada a cada paciente”. No se puede expresar con palabras cómo se trabajaba en equipo: se comprendía a la gente, se analizaba su estructura psíquica previa, su funcionamiento, cómo había llegado a una crisis y cómo podía salir reforzado de ella.
Tanto era así que disfrutaba cada día de llegar al trabajo. Fue uno de los mejores regalos con que me obsequió la vida.
Pero si tuviera que destacar una de las figuras claves de mi vida fue sin duda la psicóloga Lola Pasarín, a la que siempre llamo «mi mejor maestra», que cambió cualitativamente mi manera de comprender a las personas. Era clara, intuitiva, directa; una sola reflexión práctica te daba otro tipo de luz ara tratar a una persona en crisis.
Aún recuerdo cómo la conocí. Estaba yo en la puerta de mi despacho mirando un papel del seguro médico colegial; nos presentamos, y como me inspiró confianza le conté lo que estaba intentando dilucidar:
“Estoy mirando lo de los seguros médicos, no se si escoger la póliza normal o la más cara…, como ahora dicen que hay más denuncias”
“Bueno” -me respondió de manera abierta- “la gente suele perdonar el error, lo que no perdona es el mal trato”.
Y como si me llegara la inspiración en forma de brisa, me decidí por la póliza más sencilla con el ánimo de tratar bien a la gente.
Ese fue el principio. Ya iré compartiendo muchas más enseñanzas.